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jueves, 6 de enero de 2011

Cuatro voces


















Los cuatro libros a cuyo estudio voy a dedicar estas páginas son los siguientes: En busca del crecimiento. Andanzas y tribulaciones de los economistas del desarrollo, de William Easterly (Antoni Bosch Editor. Barcelona, 2003); El club de la miseria. Qué falla en los países más pobres del mundo, de Paul Collier (Ed. Turner. Madrid, 2008); El fin de la pobreza. Cómo conseguirlo en nuestro tiempo, de Jeffrey D. Sachs (Ed. Debate. Madrid, 2005); y La globalización de la pobreza. Cómo se enriquecieron los países ricos… y por qué los países pobres siguen siendo pobres, de Erik S. Reinert (Ed. Crítica. Barcelona, 2007). Ninguno de ellos es un manual al uso sobre la disciplina; se trata, en todo los casos, de libros polémicos, partidario cada uno de ellos de un enfoque propio que se enfrenta en muchos aspectos al de los demás.

De Sachs y Easterly me llegan, borrosos, los ecos de su rivalidad en torno a la cuestión de la ayuda al desarrollo, pero confieso mi ignorancia sobre el resto de sus propuestas. Sé que Easterly echa pestes de dicha ayuda (tras constatar el escaso efecto producido por la misma tras cuatro décadas de transferencias billonarias), mientras que Sachs la defiende a capa y espada. De Collier he oído algo de su teoría multifactorial sobre las trampas de la pobreza, así como de algunas de sus propuestas para salir de ellas (por ejemplo, la intervención militar extranjera). Reinert se mueve, me parece, en otra órbita. Defensor de lo que llama el Otro Canon, sus críticas se dirigen a las actuales relaciones de intercambio entre países ricos y pobres, postulando que un librecambismo irrestricto hunde a estos últimos todavía más en su miseria.

Confieso que la constatación de las enormes diferencias que surgen de un examen, incluso somero, de lo manifestado por estos autores me aflige sobremanera. Pues, ¿no es la Economía, al fin y al cabo, una ciencia? Y la ciencia, frente a esa “disonancia de las opiniones” que, según Agripa, aqueja a la filosofía, ¿no cuenta con un método más que aquilatado para llegar a acuerdos: el tribunal de los hechos? Todos estos autores afirman derivar sus propuestas de un examen desapasionado de tales hechos. ¿Cómo llegan entonces a conclusiones tan diferentes? ¿O es que, acaso, la llamada “Economía del Desarrollo” no es una ciencia, en el sentido al menos en el que decimos que la Física sí lo es?

Según el Nobel en Economía y teórico del crecimiento, Mike Spence, no lo es. Se trata, más bien, de un arte, aunque de un arte “disciplinado”. Atribulado por el lastre de mi formación filosófica, no puedo evitar que esta expresión despierte en mí ciertas resonancias gremiales, vinculadas a la caracterización que hace Aristóteles de la Economía como un “saber práctico”. Al margen de la contaminación, ya subrayada por Kuhn, de los hechos por la teoría, en el caso de la disciplina que nos ocupa sucede que la propia teoría está condicionada –eso ya lo dijo Gunnar Myrdal– por un determinado posicionamiento axiológico. De ahí que el ardor que se desprende de la polémica Sachs-Easterly, o el furor proteccionista de Reinert, o la apelación de Collier a su martillo estadístico (p. 16; imposible no pensar en Nietzsche), deban ser enjuiciados no sólo en atención a los hechos, sino a las posturas morales que cada uno defiende. De ahí, también, la sensación de que, muy a menudo, los discursos de unos y otros no se escuchen entre sí.

¿Debemos, pues, abandonar la seguridad que nos ofrece la ciencia cuando nos volcamos en el estudio de cuestiones tan acuciantes? ¿Precisamente aquí –donde más falta nos hace (925 millones de personas sufren hambre crónica en el mundo, según la FAO)– para nada nos sirve la empirie? ¿Estamos abocados a agotarnos para siempre en un montón de discusiones estériles? Está claro que la mera existencia de este blog indica que mi respuesta a esta pregunta es negativa. Sea ciencia o sea arte lo que la Economía del Desarrollo es, ojalá al concluir este estudio haya encontrado algún tipo de esclarecimiento. Incluso aunque no lo encontrara (mis limitaciones son evidentes), creo que el viaje –si llego a su término– habrá valido la pena.

En el siguiente post les expongo cuál será la “Hoja de ruta” de que me sirva a lo largo de esta selvática exploración.

4 comentarios:

  1. Respecto al hipotético carácter científico de la Economía hay que recordar que uno de los inversores más exitosos desde el punto de vista neo-liberal, George Soros, que no solo sobrevive a todas las crisis, sino que las utiliza para afianzar e incrementar su riqueza (lo que hizo con la libra esterlina es de libro),basa su método en la "irracionalidad" de los hombres.Dudo, por tanto, que podamos incluir a esta disciplina en la categoría de Ciencia al resultar imposible deducir de esta irracionalidad "principios y leyes generales". El mismo post hace referencia a las contradicciones existentes entre los economistas...Premios nobeles de esta materia que inventaron fórmulas matemáticas -Robert Merton, por ejemplo- para evitar las crisis, tuvieron que acudir a rescates estatales al año siguiente de la recepción del premio, ya que su fórmula no había previsto el desplome de la URSS y la extraña percepción de este acontecimiento por "los Mercados". En fin, yo clasificaría a la Economía como una rama de la Psicología,(incluso de la Religión) partiendo, claro, de que esta no es una ciencia, salvo en la acepción 2 del DRAE. Saludos y ánimo con esta tarea que seguiré atentamente.

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  2. Merci, Louis.
    Aunque la predectibilidad es una nota esencial en la definición de lo que es una ciencia "natural", tal vez no habría que ser tan exigentes en el caso de las llamadas ciencias "sociales". En cualquier caso, ¿qué más da si es una ciencia en sentido estricto o no lo es? Lo que más me interesa ahora es averiguar lo que dicen estos autores. La filosofía tampoco es una ciencia en sentido estricto (a pesar de Husserl) y, sin embargo, ayuda a esclarecer los problemas.

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  3. La economia es un término amplio con dos grandes grupos: Microenconomía y Macroeconómía que se definen por si mismos. Pueden ser tratados como ciencia, incluso establecer fórmulas que más o menos funcionen en determinados entornos perfectos que en la práctica son casi imposibles. Esto no significa que no sea una ciencia, la matemática de Newton funciona en unas condiciones determinadas que nos permiten predecir la práctica totalidad de los fenómenos pero a partir de ahí falla y toman el relevo la cuántica o la relatividad que son de igual forma inestables. En definitiva, existen esas fórmulas pero al ser la economía el agregado de cada una de nuestras acciones diarias, por más que se establezcan unos patrones, finalmente el "estado de ánimo" sesgará hacía uno u otro lado los resultados. En mi opinión se trata de quitarle hierro al asunto y añadirle sentido común, a partir de ahí, es un poco más clara. La economía es también el lado más perverso del hombre, aquel que revela que fuera de nuestros buenos propósitos -entre los que incluyo el desarrollo del tercer o cuarto mundo o quinto mundo (vivo en esas coordenadas)- no es nada más que un montón de hipocresía para saciar nuestro sentido de culpa. Ánimo y vamos a ir viendo a qué puerto lleva esto.

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  4. Molto Grazie, Jorge.
    Con tu ayuda, seguro que el puerto está un poco más cerca.

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