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miércoles, 8 de julio de 2009

Nota necrológica

Después de medio año lanzando botellas al mar sin que la marea me traiga ninguna por respuesta, este blog llega a su fin. Desde luego, mucho antes de lo que yo imaginé. Uno debería tener el coraje suficiente como para continuar su propio camino sin sentirse afectado por la manera en que actúan (o, en este caso, dejan de actuar) los demás miembros de nuestra especie. Gary Cooper lo hizo así en “Solo ante el peligro”, y no le fue tan mal. Pero un servidor no es –ya lo habrán adivinado– Gary Cooper. Ni mi guionista es su guionista.

En la “Declaración de intenciones” con que abría este blog (tan ingenua vista desde ahora que no puedo evitar el sonrojo) escribía lo siguiente: “Historia, Economía, Geografía, Economía del Desarrollo, Antropología, Politología, Derecho Internacional, Literatura, Filosofía Práctica… desde mil perspectivas distintas puede abordarse la realidad africana. Nadie es capaz de abarcar hoy todas ellas, ni siquiera una sola. Se me ocurre que un blog puede llegar a convertirse en instrumento idóneo para aunar una gran masa de información y de reflexión colectivas y avanzar –aunque sea un milímetro– en ese proceso fatigoso del conocer. Esto es lo que les pido a ustedes (suponiendo que haya alguien al otro lado de ese “ustedes”): que me ayuden a pensar criticando en todo momento lo que yo pienso; o sea: que pensemos juntos. En esto me declaro profundamente hegeliano: creo que el conocimiento avanza a base de contradicciones. Cuando uno piensa a solas, eso es en realidad lo que hace: piensa A; luego ve la sombra que no-A proyecta sobre A; entonces barrunta B; más tarde se hace consciente de las debilidades de B… y así ad infinitum. El blog abre la posibilidad de un pensamiento mucho más rico que el que un individuo solitario podría alcanzar nunca en su estudio. ¡Pensemos África entre todos! Creo que vale la pena”. Este pensamiento colectivo no ha llegado a cuajar. En consecuencia, este blog muere por consunción, como tantos africanos –por cierto– mueren cada día.

El fracaso lo atribuyo, en un 90%, a mi incapacidad para hacer atractivo el proyecto que les proponía. Ello se debe, sin duda, a una simple falta de talento de quien esto escribe: no hay más vueltas que darle, y no dedicaré ni una línea más a acumular aquí superfluas lamentaciones. Pero sí desearía, aunque fuera brevemente, explorar el 10% restante.

Creo que si este blog se hubiese ocupado de la pesca de la trucha o de los avatares de algún cantante famoso, habría generado –tal vez– algún tipo de respuesta. La falta de interés por los asuntos de África constituye, por desgracia, una realidad incontestable. ¿A quién importa lo que pasa ahí abajo, por desagradable que sea (o, precisamente, por eso mismo)? Yo veo esto como un síntoma. Creo que el perfil de una época se dibuja no sólo por lo que hace, sino por lo que deja de hacer. Y está claro que en un mundo donde la consecución del propio interés se ha convertido en el Único Mandamiento, la actividad de pensar en aquellos que apenas tienen nada ocupa un lugar poco relevante. Sencillamente, no hay tiempo para eso. Y, sin embargo, desde cierto punto de vista, es tal vez en lo que más deberíamos pensar. Y no solo por un legítimo sentimiento de simpatía hacia quienes sufren. África está aquí al lado, y las esquirlas de esa explosión silenciosa en la que el continente se deshace nos llegan todos los días a través del Estrecho. Si nos hemos vuelto incapaces de amar al prójimo, pensemos al menos en nuestro interés a largo plazo. Nos conviene que África prospere. En caso contrario puede que un día no muy lejano la explosión nos alcance de lleno. Estamos cometiendo una injusticia gigantesca con el continente. Y toda injusticia termina por pagarse.

Creía sinceramente (de ahí la ingenuidad) que la diferencia entre mi falta de talento y la importancia del tema era tan grande que todo lector debería haberse esforzado un poco en obviar aquella para centrarse solo en esta. No ha sido así. Por mi parte, seguiré pensando en África, si bien bajo otro formato inevitablemente más empobrecedor. Creo de verdad que el asunto merece todo tipo de reflexiones, a ser posible colectivas. En fin: si hay alguien ahí (siempre he albergado serias dudas al respecto), reciba un cordial saludo de mi parte. Adieu!