Páginas

sábado, 16 de mayo de 2009

Justicia global. Thomas Pogge (I)


Pero, ¿tienen los filósofos algo que decir sobre África? Pues parece que si: los filósofos siempre tienen cosas que decir, incluso cuando nadie les pregunta (especialmente entonces). ¡Es su modo de estar en el mundo! Hegel, por ejemplo, pensó algo acerca de África: dijo que África no tenía historia. Ni más ni menos. Ahora bien, si por historia entiende Hegel X y resulta que África está desprovista de esa X (según Hegel), resulta fácil concluir (para Hegel) que África no tiene historia. Con esto, sin embargo, Hegel no habla en absoluto de África, sino de X: un determinado concepto de historia (acuñado por el mismo Hegel) tan etnocéntricamente determinado como lo está para los nuer, por ejemplo, el concepto mismo de tiempo, marcado por el trasiego de los bueyes desde el campamento hasta la aldea y desde la aldea hasta el campamento (véase, por supuesto, Evans-Pritchard).

Pero no hay necesidad de remontarse a Hegel para espigar, en la obra de los filósofos, testimonios tan… (usaremos aquí el “principio de caridad” davidsoniano) oscuros referidos a África. Un buen amigo del continente, Laurens van der Post, acumula también en su libro El ojo oscuro de África (el propio título lo dice) un buen número de impenetrables… tinieblas. No siempre, sin embargo, desvarían los amantes de Sofía en sus elucubraciones, especialmente cuando huyen del ámbito de la metafísica. La veta mas interesante a este respecto es, a mi juicio, la del grupo de filósofos prácticos (Walzer, Rawls, Sen, Singer, Pogge…) que reflexionan desde un punto de vista ético acerca del desequilibro que desgarra al mundo actual entre una pequeña fracción desmesuradamente rica y otra, enorme, desmesuradamente pobre. ¿Qué tienen que decir a este respecto los filósofos, si es que (contradiciendo a gente como Morgenthau o nuestro “novedista” Kaplan) hay realmente algo que decir? ¿Debemos sentirnos moralmente responsables de la pobreza global?

Iniciaremos el repaso de esta problemática en compañía del filosofo alemán (residenciado en EEUU) Thomas Pogge, autor del libro La pobreza en el mundo y los derechos humanos (de 2002; editado en España por Paidós en 2005). Se trata de un libro lleno de muy variadas reflexiones (no en vano se trata de una recopilación de artículos), y al que pienso dedicar varias entradas a lo largo de este blog. Por ahora me limitaré a hacer una breve introducción a su pensamiento, tomando para ello como base un
artículo aparecido en el nº 19 (2º semestre de 2008) de la excelente “Revista de Economía Institucional”. Su título: “¿Qué es la justicia global?”. Me parece un buen modo de introducirnos en este poliédrico concepto.

Inicia Pogge su estudio con una doble distinción conceptual (la filosofía analítica no ha pasado en vano por este turbulento siglo XX):

1.- Es posible estudiar los hechos sociales desde una doble perspectiva; en consecuencia, también pueden tales hechos ser analizados moralmente desde un doble punto de vista. Conforme al primero de ellos, los hechos sociales son el resultado de las acciones llevadas a cabo por agentes individuales o colectivos; el análisis moral acorde con este punto de vista es llamado por Pogge interactivo. Conforme al segundo, los hechos sociales son el resultado “de la forma en que está estructurado nuestro mundo social, de nuestras leyes, convenciones, prácticas e instituciones sociales”; el análisis moral acorde con este punto de vista es llamado por Pogge institucional. El primer tipo de análisis moral ha llegado a identificarse con la ética; el segundo, con la justicia. Así, es posible enjuiciar moralmente la situación de Juan, el violador depravado, como fruto de las acciones que él y otros han ido realizando a lo largo del tiempo (enfoque ético); o también es posible enjuiciar moralmente la situación de Juan como efecto necesario de aquellas instituciones (o su falta) que le han empujado hasta ella (enfoque sobre la justicia).

2.- Cabe distinguir entre relaciones intra-nacionales e inter-nacionales. Tradicionalmente estos ámbitos han sido concebidos como separados. El primero estaba “habitado por personas, familias, corporaciones y asociaciones dentro de una sociedad territorialmente delimitada”; el segundo, por Estados soberanos. El análisis revelaba, en consecuencia, dos esferas aisladas de teorización moral: la justicia dentro de un Estado y la ética internacional (en términos de Pogge: el análisis interactivo, donde los sujetos son ahora los Estados). Pues bien, el concepto de “justicia global” viene a romper esta separación tradicional para extender el análisis moral institucional (es decir, el propio de la justicia) a todo el campo, tanto intra-nacional como inter-nacional. Es posible enjuiciar, pues, la política internacional no como una mera interacción entre Estados soberanos ajena a todo marco institucional, sino como un ámbito donde existen instituciones moralmente relevantes y donde los únicos sujetos susceptibles de valoración no son únicamente los Estados.

Algunas de las consecuencias prácticas que trae consigo esta perspectiva renovada las estudiaremos en el siguiente post.

3 comentarios:

  1. Bueno, piensa que cuando Hegel escribía África acababa de ser descubierta en el imaginario europeo. Es decir, hasta entonces África acababa en el Sahara o la costa por aquello de las fronteras naturales. Al decir que no tenía historia sólo se refería a que no tenía historia escrita. Esto es, la oralidad no era entendida como medio para la disciplina. Y en cierto sentido esto está cambiando en África, pues existen muchos escritores de allí empeñados en llevar al papel todo mito oral viviente.

    Sobre el resto de filósofos. ¿Qué puedes esperar, por ejemplo, de Rawls si es el fundador del pensamiento único? A Walzer ni si quiera le considero filósofo. Como mucho escritor para el Príncipe, pues no hace más que escribir argumentos para las acciones de cierto sector político norteamericano.

    Te recomiendo a dos profesores catalanes que sin duda ya conoces: Ferrán Iniesta y Alfred Bosch. Historiadores.

    Saludos.

    ResponderEliminar
  2. Como es ya habitual entre nosotros, disiento casi en todo de tus amables (y siempre bien venidas) observaciones:

    1.- Mi visión sobre Hegel no es tan benévola como la que parece desprenderse de tus palabras. No creo que, al decir nuestro filósofo que África carecía de Historia (así, con mayúsculas), se refiriera únicamente a la afirmación de que no existían en su tiempo testimonios escritos con los que elaborar una narración historiográfica tipo Mommsen. Pienso que su afirmación iba más allá, y estaba relacionada con la excéntrica posición que mantenía el continente (“tierra infantil, envuelta en el negro color de la noche” –Hegel dixit) respecto a los avatares del Espíritu Absoluto y su proceso de Autoconciencia (en realidad, una especie de Bildungsroman a nivel cósmico). El idioma castellano carece de la distinción entre historia-narración-de-hechos e historia-conjunto-de-avatares. Hegel se refería a esta última. Así como los menudos acontecimientos de un hormiguero (sus guerras, sus sofisticadas obras de ingeniería, sus estrategias de supervivencia, sus hambrunas…) no constituyen historia porque sus protagonistas carecen de conciencia, Hegel pensaba que los africanos –por parejas razones– carecían también de historia.
    2.- Mi visión de Rawls y Walzer difiere por completo de la tuya. Situar a Rawls al lado de Friedman o de Nozick me parece un tanto descabellado. Identificar a Walzer como una especie de Maquiavelo contemporáneo tampoco me parece un juicio ponderado. Me dan pánico esas ecuaciones por las que pensadores sumamente complejos son igualados unos a otros y empaquetados bajo etiquetas más emocionales que descriptivas.
    3.- Acojo con agrado las menciones a Iniesta y Bosch de quienes, en efecto, he leído ya algunos libros (algunos de los cuales aparecerán algún día en este blog).

    Un saludo.

    ResponderEliminar
  3. Bueno, no son etiquetas emocionales. Rawls es uno de los gurús del desarrollo humano del PNUD y el problema de sus escritos es que son todos basados en las premisas liberales y occidentales, tan concretas, que claramente cualquier mente no entrenada piensa que lo que dice Rawls es lo más lógico.

    Walzer tiene un problema: Desde el mismo momento en que pretende establecer una teoría de la guerra justa -un gran intento, sin duda- pero observa que esta teoría negaría el derecho de Israel a hacer lo que hace, rectifica. Frente a sus propias ideas -es judío pro-Israel declarado- y frente a moder la mano de quien le daba entonces de comer -el Príncipe-, Walzer terminó claudicando su teoría y haciendola retorcerse de tal forma que daba gusto verla.

    Por lo demás, ¡qué bueno que discrepemos! jajaj

    ResponderEliminar